Un viaje por un mundo distópico que te abrirá los ojos acerca de nuestra complicidad inconsciente en la destrucción del planeta.

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En el año 2065, la población mundial se adapta a la realidad del poscambio climático. No hay un suministro confiable de agua ni de energía y la gente se alimenta de Supermaná, un cereal modificado genéticamente. Ante el deprimente panorama, la gente se distrae con los viajes virtuales, realzados por el Viadélum, una droga alucinógena.
Las hermanas Mars luchan por abrirse camino en esta sociedad de escasas oportunidades en que solo un porcentaje minoritario de la población se beneficia de las mejoras tecnológicas. Eloísa Mars quiere denunciar la hipocresía de la clase gobernante a través de sus investigaciones científicas. Su hermana menor, Samanta, se ha propuesto seguir la única ruta a su disposición: alcanzar un puesto de influente y vender el Viadélum.
¿Lograrán las hermanas sus propósitos? ¿Se estabilizará la temperatura de la Tierra o seguirá ardiendo? ¿Por qué la humanidad llegó a este extremo?
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Capítulo 1: Londres, mayo de 2065
Pasadas las siete de la noche, el termómetro registraba 35℃. Cuando Eli y Sam entraron a la abadía de Westminster, un aire glacial les brindó alivio. Eli, sin perder el tiempo, se dirigió al área de servicio. Sam la siguió, curioseando entre los pasillos y las puertas que se abrían y cerraban en un gran trajín.
Al pasar por la cocina, Sam asomó la cabeza y vio una fuente de dulces exquisitos: caramelos de vibrantes colores, bombones, delicias turcas y mazapanes con forma de frutas.
―Ni se te ocurra tomarlos ―le advirtió Eli a su hermana―. Hemos venido a trabajar, no a comer. Podemos perder el empleo. Vamos, cámbiate.
Sam no recordaba la última vez que había comido manjares y se le hizo la boca agua. Se pusieron pantalones y chalecos negros y una blusa blanca de cuello alto, y se reunieron con la docena de muchachos que conformaban el servicio de camareros. Recibieron unas instrucciones adicionales y se dispusieron de inmediato a pasar los azafates y a servir copas de champán.
Cuando Sam pasó al salón principal, abrió los ojos fascinada. El piso inmaculado de mármol reflejaba el movimiento alegre de los invitados, quienes lucían esmóquines y vestidos de gala, peinados extravagantes y joyas resplandecientes. Era un retorno al siglo pasado, un pedazo de tradición no contaminado con la coyuntura de la escasez. La mayoría portaba gafas y auriculares inteligentes.
Las columnas se alzaban interminables hasta la enorme cúpula. La luz brillante interior contrastaba con la oscuridad de la noche, que opacaba los vitrales. Los invitados apoyaban las copas en pequeñas mesas cocteleras mientras otros yacían cómodos en sillones enormes de piel blanca. Tigres blancos de Siberia virtuales recorrían los salones, libres, y se dejaban acariciar. Hologramas de visitantes interactuaban con la concurrencia. Un cuarteto de cuerdas completaba la velada.
Sam se quedó absorta y se detuvo un momento en el medio del opulento recinto. Su hermana vino a buscarla, pensando que requería dirección:
―Ellos no advierten tu presencia; eres parte del mobiliario, con la diferencia de que giras. Nadie va a hablarte ni a mirarte.
Sam siguió a su hermana y replicó sus movimientos. Sin embargo, se detenía por momentos para admirar a aquellas personas de extraordinaria belleza: altos, de piel avellana y facciones simétricas. El azul cobalto predominaba entre cabelleras doradas y negro carbón. Los ojos irradiaban destellos de colores insólitos; en su mayoría, en las gamas de los violetas y los turquesas.
Eli prosiguió con sus tareas sin perder de vista a su hermana. Quería que hiciera bien el trabajo para que la contratasen cuando terminara el colegio. Había reemplazado a una muchacha que se ausentó a última hora por enfermedad. Sam carecía de experiencia en aquel mundo y le impactó verlo en carne y hueso. Se desprendió de su cohibición, que más que timidez era asombro, y empezó a girar resuelta entre las mesas cocteleras.
Cuando llegó el momento de la gran presentación, Sam y Eli tomaron un descanso y observaron detrás de la multitud, desde las columnas. Se atenuaron las luces y, en el escenario del gran salón, surgió una mujer de mediana edad y de extraordinaria altura: Loren McQueen. Llevaba un vestido de color rojo muy escotado, lo que pronunciaba aún más sus anchos omóplatos. Su enorme tamaño desviaba la atención hacia las extremidades, eclipsando la belleza de su rostro. La audiencia aplaudió a la celebridad, quien les dio una afectuosa bienvenida.
―Cada año lanzamos al mercado, para el beneficio de nuestros seguidores, una versión superior, más audaz, más inteligente. Hemos escuchado sus recomendaciones y nuestros ingenieros no han parado hasta perfeccionar el algoritmo que les brinda a ustedes la experiencia ulterior en viajes y episodios astrales…
Las escenas virtuales presentaban los lugares a los que se podía viajar. Aparecieron imágenes de playas paradisíacas, olas rompiendo en la orilla y delfines en un océano azul.
―Maldivas, el Caribe, las islas del Pacífico… Si lo tuyo es la playa, sumérgete en el mar, siente el calor de la arena y la brisa marina. Explora arrecifes de coral o deslízate sobre dunas perfectas.
Loren anunciaba las posibilidades infinitas del producto.
―Cenas de gala a la luz de la luna y faroles. Exquisitos platos, bailes hasta el amanecer, conciertos de tu artista favorito… Un viaje inolvidable, sin mareos, sin incomodidad, sin despertar. Tus cinco sentidos percibirán una realidad magnífica. Puesto a tu disposición por Tecnologías Omen, al servicio del mundo: ¡Viadélum, Travesías Virtuales, Generación 3.0!
Una música sintetizada estremeció el ambiente. Fuegos artificiales digitales colmaron la gran sala, convirtiendo el espacio en un festival de color, sonido y vitalidad. Los fuegos destellaban en el aire, cerca de los invitados o en lo alto de la cúpula.
Sin otro preámbulo, Loren los invitó a probar el producto. Un ejército de técnicos en uniforme blanco trajeron las nuevas cápsulas, más pequeñas y estilizadas que las anteriores. El casco pesaba menos y los electrodos inalámbricos se habían perfeccionado para aumentar las sensaciones táctiles, olfativas y del gusto. En especial, la droga Viadélum había sido reformulada.
Los invitados, excitados, se acomodaron alrededor de las estaciones, esperando su turno para probar el entretenimiento…
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