Anuncio: Se busca aprendiz de bruja

Desempleada, sin un céntimo, respondí el anuncio de un empleo: «Se busca aprendiz de bruja». Supuse que se trataba de una empresa legal, nadie que comete asesinatos divulga su dirección en el periódico. Lo de bruja me extrañó, pero hay estrategias de marketing más extravagantes. Además, sentí curiosidad. ¡Cómo me gustaría ser bruja de verdad! Pero eso sí: sería una bruja buena. ¿Qué mal podría hacer yo que no era más que una bibliotecaria esmirriada, con anteojos de botella y una tendencia a tartamudear?

Me fui a la entrevista con una dosis de temor y otra de ilusión. Nada de la fachada me pareció inusual. En la recepción brillaba una luz blanca. Me sorprendió porque creía que las brujas preferían la oscuridad. No vi ni gatos ni calderas, solo flores de un intenso púrpura. Otros muchachos de aspecto regular esperaban su turno.

Una mujer alta, de mediana edad y cabello ceniza llamó mi nombre: «¿Clemencia Espósito…?». Me estremecí; su voz era hipnótica. Había en ella una cualidad especial. Sus ojos negros revelaban la profundidad de su inteligencia, y sus movimientos pausados y seguros, la magnificencia de su poder.

«¿Por qué estás aquí?», me preguntó. Le expliqué que me quedé sin empleo cuando la alcaldía cerró la biblioteca pública. Me interrumpió e insistió: «¿Por qué estás aquí? ¿Qué es lo que quieres?».

¡Empleo, ocupación, dinero! ¡Qué podía decir! Cómo contarle que cuando cerraron la biblioteca me quedé sin hogar y sin propósito ―porque ese edificio chato en ruinas era mi vida―. Yo era guardiana de la sabiduría, de las emociones humanas y del colorido de la existencia. Esa biblioteca contenía universos paralelos; los personajes de las novelas eran mi familia, y los autores, mis padres. Y cuando venían los lectores a buscar un libro, me bastaba con verles el rostro para saber qué anhelaban. Le sugería romance a quien estaba siempre solo, aventura a quien arrastraba los pies y fantasía a los ojos tristes. «¡Quiero hacer magia!», exclamé con ímpetu.

La entrevista continuó sin otros exabruptos. Aparentemente, mi personalidad introvertida y embarazosa no era un problema. «Los hechizos no requieren de máscaras ―dijo―; por el contrario, los entorpecen».

Mi experiencia era una gran ventaja. Había leído miles de libros, no solo de brujas y espíritus, sino de química, psicología y botánica. Mi predilección por la fantasía encendió una chispa en sus ojos. «Imaginación ―dijo―: no podemos hacer magia sin concebir lo imposible».

Al final de la entrevista, me fui ilusionada sin saber aún qué papel desempeñaría. A lo más, pensé que archivaría cuentos de hechiceras llevando un sombrero alto y picudo.

La respuesta no tardó en llegar: había obtenido el puesto y mi instrucción empezaba enseguida.

Primera lección: «Creer en el poder de la magia no es un acto de voluntad, sino un producto de la experiencia».

Días después, recibí la siguiente consigna: «En tu corazón yace el propósito, pero en la práctica radica tu fuerza».

Empecé conjurando pequeños hechizos de acuerdo con sus instrucciones. Memoricé secretos, estudié fórmulas y leí tomos gruesos de letras doradas. Cada paso despertaba en mí la magia.

Lección número tres: «Cuando te llamen nombres, no respondas». Tu presencia evidencia la vulgaridad de tus enemigos: no podrán apropiarse de tus facultades ni quemándote en la hoguera.

Lección número cuatro: «Eres una auténtica bruja, no un comodín». La imitación es atrayente, pero conduce al debilitamiento de tus poderes.    

Hubo tiempos de aridez en que no vertí lágrimas ni pronuncié ensalmos. Me dijo entonces: «Reposa tus energías y examina tu corazón». Advertí entonces que era fácil extasiarse con el encanto de mi propio poder. Oportunamente recibí la lección número seis: «El deseo debilita tu facultad».

Por último, aprendí la lección más importante: «No abuses de tu poder ni lo desperdicies: tu magia presta un servicio».

Los pequeños conjuros empezaron a dar resultado. Hacían reír a quien necesitaba una distracción, llorar al que necesitaba recordar, sonreír al que buscaba esperanza… Las fórmulas de los perfumes, la combinación de hierbas sanadoras y las palabras mágicas no pueden ser reveladas, y menos en un documento público como este, porque hay quienes pueden usurpar la sabiduría y aplicarla con intenciones siniestras: para contrariar, afear y destruir. La inteligencia es la misma, lo que cambia es el propósito. Por eso la selección de aprendiz es fundamental.    

Le pregunté entonces a mi maestra por qué me escogió. Ella me respondió: «La persona común quiere gozar de poderes especiales; tú quieres hacer magia».

Han pasado muchos años desde mi primera enseñanza. Aún reviso esos tomos gruesos para afinar mi facultad y he contribuido con mis propias invenciones. Mi gentil maestra ha partido al mundo inmaterial y me toca a mí mantener viva la tradición.

Sé que este anuncio es poco convencional. Pensé que una breve biografía podía disipar mitos y  entusiasmar a la audiencia. Por si quepan dudas, este es un aviso publicitario: «Se busca aprendiz de bruja».

Responder con premura y sin emojis de escobas en este enlace: QuieroHacerM@gia.com

25 comentarios sobre “Anuncio: Se busca aprendiz de bruja

  1. Muy buen cuento, Paula; me ha gustado mucho. Creo que también me hubiese gustado ser una bruja de las buenas, porque a las otras todos les temen. Creo que no postularé, viajar a lomos de una escoba maltrataría mi esqueleto… 😊

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    1. Sabes que finalmente vi la película de Top Gun? Me resistí por un tiempo… Bueno, sentí que desperdicié 2 hrs de mi vida, pero la verdad que me rei tanto con los clichés que fue como una escuela: cómo no escribir un guion de cine. 😂

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  2. Un texto lleno de magia, que acaba de una manera sorprendente.
    He visto el enlace a «El vuelo de la monarca», como no podía ser de otra manera. ¡Vaya regalazo! Es una excelente presentación de las hermanas Mars y ese mundo poscambio climático que tanto se parece al nuestro. De obligada lectura.
    Genial, Paula 🙂

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