Micro: La venganza

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―¡Marujita! Que han visto al Paco besando a la Almendra…

―¿Qué? ¿A esa desmirriada sin garbo ni salero? Desfachatado, miserable, renacuajo de cisterna… Una noche me jura amor eterno y al día siguiente le da amnesia. ¡Vamos, Segovia! Me pongo la blusita con el escote, el chal más majo que tengo y salimos a la calle.

―¿Qué vas a hacer, amiga? ―preguntó Segovia.

―Pues nada, ¡besar al primer idiota que se me cruce en el camino!

―Ay, amiga, no seas arrebatada, no puedes ir besando a la gente por la calle sin pedir permiso.

―¡Pues me importa un bledo!

Maruja salió como un caballo desbocado…

Un hombre regordete, medio calvo, se aproximaba por la acera…

―Cruza la calle, Segovia, cruza la calle…

A la vuelta de la esquina, un anciano arrugado como un acordeón salía de una tienda.

―Cruza la calle, Segovia, cruza la calle…

Finalmente, un tipo alto y esbelto, de traje elegante, cabello abultado, guapo como un dios griego, caminaba gallardo en dirección de Maruja. Al pasar por su costado, ella le lanzó el chal encima como una red de cazadora y, colgándose de su cuello, le clavó un beso lo más romántico que pudo considerando las circunstancias del atropello. El hombre se quedó tieso del susto. Ella prosiguió su camino… medio torcida.

―Amiga, casi le arrancas el cuello… ¿Y a ti qué te sucede?

―Tortícolis, amiga, me ha dado tortícolis…

8 comentarios sobre “Micro: La venganza

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