Después del funeral del multimillonario Evaristo Chirigota, los compungidos familiares se reunieron para abrir el testamento. El sobre lacrado que había permanecido bajo la custodia del abogado, el Dr. Inocencio Pérez, iba a ser finalmente revelado.
Las lágrimas aún recorrían los pómulos de los afligidos. El sobrino, Rogelio Roña, alababa la guía moral que su tío le había ofrecido generosamente a lo largo de su vida. La hermana menor, María Avaricia, recordaba el amor que Evaristo siempre le había profesado. Finalmente, el mayordomo, don Lacayo Orín, agradecía los años que Dios le había permitido servir a tal honorable hombre.
El Dr. Inocencio tomó el sobre blanco y lo abrió con solemnidad: la voluntad de un fallecido iba a ser expresada ante los seres queridos.
—… y declara como único beneficiario de su fortuna a Kasim Chukwuemeka Babatunde.
Los seres queridos, en shock, preguntaron quién era el individuo que había atraído la generosidad del infeliz y desgraciado de Evaristo.
—Aparentemente, es su hijo adoptivo… del continente africano, dice aquí.
Los seres queridos, convulsionados, preguntaron quién más podría saber de la existencia del bastardo huérfano.
—Pues nadie más, el secreto acaba de ser revelado.
María Avaricia cerró las cortinas, don Lacayo Orín aseguró la puerta y Rogelio Roña tomó el cojín del sofá…
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Muy bueno, Paula. Me encantan los nombres que elegiste para los familiares,muy gráficos de su personalidad. Un abrazo
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Gracias, Mayte.
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El secreto revelado va a quedar tras las cortinas.
Un relato muy bien llevado.
Un abrazo.
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Gracias, Ángel!
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