Una lectura recomendada para los amantes de las aventuras, la naturaleza y las reflexiones acerca de la humanidad, en especial cuando la tragedia nos golpea.
El libro narra la historia de Robinson Crusoe, quien, desacatando los consejos y ruegos de sus padres, y menospreciando las comodidades y estabilidad de una vida de clase media en Inglaterra, se inicia en la carrera de marinero. Después de un naufragio, llega a una isla desierta, que termina habitando por décadas en soledad.
Las primeras partes del libro te sumergen de inmediato en el proceso de supervivencia, y pasas las hojas con asombro queriendo saber qué va a hacer Robinson para salir adelante, para propiciarse alimento, refugio y seguridad. El lector lo sigue por aquella isla y va descubriendo él mismo, poco a poco, sus peligros y sus tesoros.
Se ha criticado el espíritu colonialista de Defoe (el autor) que se refleja en el pensamiento de Robinson; sin embargo, esto es inevitable ya que representa el condicionamiento de la época. En todo caso, las expresiones de actitudes colonialistas no son chocantes. En primer lugar, Robinson no fue a invadir ninguna isla por motu propio y no exterminó a nadie. Su tarea de conversión religiosa hacia Viernes (un indígena que aparece en algún momento) fue espontánea y recibida voluntariamente por el aborigen. Aunque a Robinson el canibalismo le causaba gran disgusto ―y tremendo pavor―, llegó a la conclusión a través de continuas meditaciones al respecto que no podía juzgar a estos hombres: «… no son más asesinos que los cristianos que, a menudo, dan muerte a los prisioneros que toman en las batallas, o que, con mucha frecuencia, matan a tropas enteras de hombres, sin darles cuartel, aunque hubieran depuesto sus armas y se hubieran rendido». Robinson critica las prácticas crueles e inhumanas de la conquista española e incluso de los actos criminales de los paisanos ingleses que se dedicaban a la piratería. Encuentra el mismo corazón humano en el hombre europeo y el aborigen.
El libro es también una lectura espiritual. Robinson, a fuerza de desesperación y como consecuencia de su vulnerabilidad, empieza a pensar en Dios. Seas o no una persona religiosa, el libro brinda pausas para meditar acerca de lo que significa ser humano, de lo que da valor a nuestra existencia. Dice Robinson: «Tenemos unos resortes secretos en el corazón que, movidos por algún objeto, presente o ausente, que se muestra ante nuestra imaginación, impulsan nuestra alma con tanta fuerza hacia ese objeto que su ausencia se vuelve insoportable». En suma, vivimos inconformes.
Robinson medita: «…toda nuestra infelicidad, por lo que no tenemos, proviene de nuestra falta de agradecimiento por lo que tenemos». Sabias palabras. Hoy la psicología moderna concuerda con él, que las personas agradecidas son más felices, y se prescriben «jornales de agradecimiento» para mejorar la saludad mental.
Es definitivamente una lectura para reflexionar. ¿Es el oro valioso cuando nos falta el alimento? ¿Es mejor una vida natural y modesta a una de riqueza en que la preocupación nos agobia? ¿Nos damos cuenta del esfuerzo que conlleva hornear nuestro propio pan? ¿Qué normas y plan de vida seguiríamos si de pronto nos vemos despojados de las estructuras societarias que dan orden a nuestra vida? ¿Andaríamos desnudos recolectando fruta o nos impondríamos una normas parecidas a las que conocemos para garantizarnos nuestra subsistencia y éxito? ¿Viviríamos en orden o en caos?
El confinamiento y la enfermedad del Covid ha causado graves efectos en nuestras vidas, muchos han perdido el trabajo o la salud, y atraviesan momentos de conflicto familiar y penurias económicas. ¿Qué debemos hacer ante la tragedia? Dice Robinson que el miedo, cuando nos posee, nos «impide utilizar la razón para aliviarlo». «El miedo al peligro es diez mil veces peor que el peligro mismo y el peso de la ansiedad es mayor que el del mal que la provoca».
El Covid ha sido como un naufragio en que nuestros barcos se hicieron añicos y ahora debemos levantarnos para salir adelante en un entorno aún incierto. Imitemos a Robinson: mantengámonos ocupados, introduciendo momentos de descanso y reflexión. Este orden en la vida no nos quitará ni los miedos ni las ansias, pero nos permitirá sobrellevar mejor la tragedia.
El balance y la reflexión también nos ayudarán a manejar la soledad y el aislamiento que el Covid ha generado, inevitablemente. No podremos superar del todo nuestra necesidad de contacto humano, físico y emocional, pero podemos manejarlo. Busquemos lecturas que nos sosieguen, actividades que nos energicen y compañías virtuales que nos animen. Practiquemos la gratitud por lo que aún conservamos, reconozcamos nuestra humildad ante las situaciones fuera de nuestro control y meditemos acerca de lo que tiene valor en nuestras vidas.
Encontremos felicidad en pequeños detalles y avances. Robinson, después de pasar por mil desgracias, se da cuenta del valor de lo pequeño. Luego de fabricar un cacharro de arcilla resistente al fuego, escribe: «Jamás hubo alegría tan grande por algo tan insignificante». Mantengamos la calma en el naufragio y crezcamos a pesar de la tragedia, que quizá nos permitirá encauzar nuestras vidas por mejores caminos. Concluyamos con una cita de Robinson: «Cuántas veces, en el curso de nuestras vidas, ocurre que el mal que procuramos evitar, y que nos parece terrible cuando nos enfrentamos a él, resulta el verdadero camino de nuestra salvación, el único a través del cual podemos librarnos de nuestras desgracias».

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