La joven guerrera Sira, abatida, voló con su halcón hasta la cima de La Esperanza y pidió consejo.
–El Miedo me ha vencido –dijo ella desconsolada.
–¿Y a qué le tienes miedo? –le habló la Dama Sin Rostro.
–A no tener qué comer, a enfermar en el invierno, a no poder proteger a los míos, al horror de la batalla…
–Pero hoy tienes alimento, el otoño aún no ha llegado… y tú y los tuyos están con vida. ¿No ves que el miedo no existe, que es solo un espejismo?
–¡Pero lo que siento es real, poderoso y cruel! ¡No puedo desvanecerlo! –exclamó la muchacha.
–El miedo se apacigua, no se vence. No arremetas contra el miedo con tu espada, déjalo atravesar tu cuerpo como si fuera el aire, invisible y etéreo.
Y ahora cuando Sira siente miedo, silba con su gaita para que el miedo pase como si fuera viento.
